Sabido es que a lo largo de la historia de la humanidad siempre hubo épocas más prósperas y épocas más duras y ya los egipcios sabían que tenían 7 años de buenas cosechas donde decían guardar para los siguientes 7 años de sequía, y solo así se garantizaba la supervivencia para todo el pueblo.
El ser humano está programado para buscar la estabilidad y la seguridad desde su nacimiento y como fórmula de supervivencia y cualquier grado de incertidumbre produce miedo, se lleva fatal hasta tal punto que algunos prefieren la infelicidad a la incertidumbre.
A nivel de pequeñas y medianas empresas los años de extrema bonanza que vivimos en España hizo que se tomaran muchas decisiones erróneas a nivel empresarial que luego siempre acaban pasándonos factura y de nada sirve que una gran cantidad de responsables de estas empresas añoren estos locos años de consumo salvaje y masivo donde no se daba abasto, esto hay que olvidarlo. Lo peor es que en estos años hay quién ha preferido caer (tener que cerrar su negocio) que cambiar, se prefiere lo cómodo a lo necesario.
Siempre ha habido quién cuando las cosas van bien se cuelga la medalla (yo) pero cuando van mal la culpa es de todos menos de él. Buscar la culpa en el exterior solo es jubilarse de la vida, no del trabajo y quedar impedido de ejercer como responsable de una empresa.
Hay que saber gestionar una empresa en distintas situaciones y en ello consiste dirigir una pyme, saber gestionar épocas distintas tanto de excesos como de incertidumbre máxima como la actual y saber que siempre hay ciclos y precisamente por ello se deben realizar planes a medio plazo y saber guardar como hicieron los egipcios para cuando el mercado caiga drásticamente poder soportarlo. Por desgracia muchos responsables de empresas cometieron los mismos errores típicos de épocas doradas:
1. Se destinaron los beneficios de la empresa para consumo personal y no se dedicaron una parte al ahorro y otra a modernizar la empresa para hacerla más competitiva.
2. Se cogían nuevos empleados con urgencia sin selecciones rigurosas y de baja calidad con tal de poder abarcar la enorme demanda existente. Apareció así la mediocridad ante el cliente.
3. No se formaban a esos nuevos empleados y así el servicio que se brindaba al cliente era penoso pero como lo hacían muchos no se le daba importancia, el gran perjudicado era el consumidor final.
4. Se financiaba todo lo que quería el consumidor con lo que se vendía tanto al que tenía liquidez como al que no la tenía pero estaba convencido de que la iba a tener.
5. No importaban los precios, la cuestión era vender volumen y se descuidaron los márgenes con lo que las rentabilidades fueron bajando. Se suponía que el gran volumen compensaría esto pero se mal acostumbró al cliente a esperar la última oferta y así es ahora por desgracia en muchos casos.
6. Las devoluciones se admitían alegremente sin una política seria y rigurosa ya que se trataba de vender mucho y lo que no se ganaba por un lado se ganaría por otro (en teoría). Ahora toca cambiarlo ante la imposibilidad de poder soportarlo como coste.
7. Se podía tener stock de sobra porque la demanda era continua y se vendía prácticamente todo. Más que gestionar la empresa, se gestionaban las compras buscando material por todos lados.
8. Se empezó a tener problemas con la falta de personal que huyó a la construcción con sueldos más altos y con los fines de semana libres desde el viernes a mediodía, conozco un caso concreto de una tienda que tenía 3 empleados, se le fue el primero a la construcción y al poco tiempo los otros dos, quedándose totalmente colgado ya que no se podía pagar lo que se pagaba en la burbuja inmobiliaria, luego tiempo después volvieron a pedirle trabajo pero ya se apañó con la familia y no quiso volver a repetir la desagradable experiencia. Los mercenarios que le abandonaron también salieron perdiendo porque ahora no trabajan ni de broma.
9. La atención al cliente consistía en despachar, no en asesorar ni explicar tranquilamente las características de cada producto ni la adecuación del mismo a las necesidades reales del consumidor. El cliente más bien parecía una carga, la cosa consistía en quitárselo de en medio.
10. La creatividad no tocaba, nada de nuevas ideas o mejoras internas, bastante con atender a la cola de gente que venía a comprar ferozmente para ser el primero que tuviese el último modelo del mercado. Como explica tan acertadamente el admirado Alex Rovira comprábamos cosas que no necesitábamos, con dinero que no teníamos para impresionar a gente que no conocíamos.
11. Se abandonaron productos de poco valor que el consumidor pedía porque había que priorizar y solo interesaba lo que más facturaba desviando al cliente a otros sitios con el consiguiente arrepentimiento actual. Sencillamente no había estrategia, la única estrategia era poder con la demanda del momento sin reflexionar lo más mínimo. Se olvidaron los valores, los principios, la visión y misión, la disciplina, la excelencia, él esfuerzo, la formación y solo se veía el día a día.
Sin duda se cometieron más errores pero para no extendernos demasiado digamos que esto demuestra la falta de visión de una parte de las pymes y también que la avaricia humana es deplorable como en el ejemplo citado anteriormente donde la gente cambiaba de trabajo como de camisa solo llevados por el corto plazo y por argumentos tan pobres como trabajar menos horas (sobre todo en fines de semana, nadie quería estar en una tienda por tener que abrir los sábados) o cobrar más pero sin expectativas de seguridad a largo plazo. También muchos jóvenes abandonaron sus estudios para incorporarse al club de la construcción y la compra de un cochazo que tiempo después no podrían ni mantener. Siempre fue mucho más fácil dejarse llevar por la corriente que remar. Y siempre se ha dicho que los tontos y los fanáticos son los únicos que están seguros de todo y parece que este grupo abundaba porque hubiesen firmado que la época dorada era para siempre. Ahora muchos jóvenes que abandonaron su formación no pueden acceder a un puesto de trabajo porque no llegan a las necesidades mínimas que precisan las empresas.
La gestión profesional es otra cosa, es adaptar la compañía a algún tipo de equilibrio que haga más suaves las subidas y bajadas de demanda y sobre todo tener un equipo de profesionales formados que atiendan al cliente correctamente en todo momento y es que el diablo está en los detalles.
Además en toda empresa por pequeña que sea debe haber una brújula que nos indique donde está el norte y nos sirva para comprobar si nuestra estrategia se está respetando.
Ha llegado el momento de borrar las consecuencias de la época de excesos, lo que no hay que borrar es el aprendizaje que supone la misma, el hombre que no conoce la historia, la repetirá con todos sus errores, es bueno acordarse de los fallos, pero no es bueno vivir de argumentos nada naturales que pasaron.
Es el momento de los positivos, de los que dicen vamos a hacer y no de los que dicen es que no sé y es el momento de irradiar ilusión, de reconocer que si estamos vivos ahora después de bastante tiempo de zozobra económica es que merece la pena seguir esforzándonos, de comportarnos como líderes y no como víctimas, el liderazgo es una elección, es una forma de vivir determinada con la que nos ganamos la autoridad de los nuestros.
El progreso no es para acomodarnos, el progreso es tener oportunidades y ser capaces de llevarlas a la práctica.
Me despido como siempre deseando éxitos a los preparados y mucha suerte a los mediocres y con unas frases que nos sirvan de profunda reflexión:
-Lo más importante de la rueda del cambio es que no deje de girar.
-Si te preguntas si vas a tener una buena cosecha, pregúntate si abonaste bien el campo.
-Busque palabras para ayudar, no para anular.
-Tener emociones es normal, estar atrapados por ellas es muy peligroso.
-Cuando el camino se pone duro, los duros se mantienen en el camino.
-Ser feliz es muy sencillo, lo que es difícil es ser sencillo.
José Carrasco
Director General de FERSAY.
www.josecarrascolopez.com